miércoles, 9 de junio de 2010

Devaluación del euro: dos escenarios, una solución.

En mi anterior artículo: carta a los líderes europeos, expuse que la solución a corto plazo para los problemas de la eurozona se debía basar en salida de Alemania y Holanda del euro, y la consiguiente devaluación. Aparte de eso, también aconsejaba implementar medidas de redistribución de riqueza entre los países de la unión, y una estrecha vigilancia de los déficits comerciales.


Cada vez está más claro que el euro no es viable con los mismos tipos de cambio que se fijaron inicialmente. Las diferencias de competitividad entre países de la unión monetaria hacen que, cuando el euro pierde valor, los países beneficiados sean los más competitivos, que además son los que tienen menos problemas económicos. Dicho de otro modo, la cuota adicional de exportaciones que un euro bajo provoca, va a parar a Alemania y no a los países periféricos. Todo ello muestra la necesidad de reestructurar los tipos de cambio.

Sin embargo, las últimas noticias que se leen en medios alemanes y globales, indican que esa salida del euro puede no ser consensuada. 6 de cada 10 alemanes quieren volver al marco, para no regresar…

Esto provoca que la misma solución a corto plazo: la devaluación del euro para conseguir que la deuda exterior de los países periféricos sea pagable, pueda alcanzarse mediante dos escenarios bien distintos.

El primer escenario contemplaría la salida desordenada y unilateral de los países más productivos, como medida de protesta frente a la monetización de deuda soberana por parte del BCE. La unión monetaria podría degradarse, y con ella todas las esperanzas de una unión política futura. La UE podría convertirse en una simple zona de libre mercado, el euro a medio plazo se convertiría en algo parecido a una “peseta-libra-franco” con claras tendencias inflacionistas, y la zona euro sufriría permanentes déficits comerciales. A largo plazo, el euro desaparecería porque volverían a aparecer diferencias de competitividad graves que obligarían a otros países a salir de él. Sin redistribución de riqueza de las zonas que acumulan trabajo a las zonas que acumulan consumo, una zona monetaria no puede funcionar, ya que al final las deudas exteriores se convierten en impagables.

El segundo escenario es el que yo propuse en mi carta a los líderes europeos: a corto plazo reestructuración de los tipos de cambio del euro un día para otro en Alemania y Holanda, teniendo en cuenta las diferencias de competitividad de esos dos países frente al resto de la zona euro. Es decir, salida y reentrada de la zona euro de esos dos países en un breve periodo de tiempo (¿un día?) reevaluando el marco y el florín. A medio plazo, implantación de límites de endeudamiento neto exterior para los países, y aumento de los mecanismos de redistribución de renta de los países que acumulan trabajo a los que acumulan consumo (siempre teniendo en cuenta que los receptores netos tengan un PIB per cápita inferior a los pagadores netos). A largo plazo, reestructuración de la economía europea mediante el uso de renovables y el reciclaje de materiales, para evitar depender tanto de la importación de materias primas y preservar el equilibrio comercial frente al resto del mundo.

Cada día que pasa sin que los políticos europeos se pongan de acuerdo, se hace más probable el primer escenario, y más dificil el segundo.

Por otro lado, también es posible que al final los alemanes decidan no salir del euro, logren evitar que el BCE monetice la deuda de los países periféricos metiéndonos en un largo proceso deflacionario, y fuercen programas de ajuste internos brutales en todos los países sobreendeudados. Esta solución es imposible que funcione. En esos ajustes solo se podrían rebajar los costes salariales y el poder adquisitivo de los consumidores, y haciendo eso el PIB de los países endeudados se hundiría, encareciendo enormemente la financiación de las actuales deudas. Si el PIB baja, la deuda respecto del PIB sube, y al subir se hace más caro financiarla.

PIB baja + salarios bajan + consumo baja + costes financieros suben = precios no pueden bajar porque quebrarían las empresas = quiebran las empresas porque su cifra de negocios se hunde.

La devaluación interna provocaría una quiebra masiva de todas las empresas de los países periféricos, además de una conflictividad social incalculable.

Si esa es la solución ofrecida por Alemania, mejor no rebajar sueldos y dejar quebrar a la parte del sector financiero con equity negativo, es decir, cuyos créditos concedidos valen menos que sus deudas contraídas. Eso liquidaría deuda exterior igualmente, aunque a ver quién es el guapo que se pone delante de Merkel y le dice “oye, ese dinero que vuestros bancos han prestado a los nuestros los últimos 10 años, me parece que no os lo van a devolver”. También habría que quebrar unas cuantas eléctricas, que han pedido prestado miles de millones en los mercados globales para construir centrales de ciclo combinado, centrales que luego no se usan porque “se suponía” que la demanda no iba a bajar nunca (¿nadie calculó cuanta energía gastaba la construcción de 1.000.000 de viviendas al año?). En resumen: mejor liquidar deuda quebrando empresas rápidamente, que llegar al mismo punto en un proceso doloroso de bajada de consumo durante X años.

Por supuesto, además de los inversores extranjeros, también habría muchísimos perjudicados españoles: las preferentes, deudas subordinadas, y otros productos de altas rentabilidades, valdrían muy poco o nada dependiendo de la entidad emisora. Pero es una cuestión de supervivencia: el estado puede garantizar los depósitos con su dinero y recuperarlo al liquidar las entidades, pero no puede garantizar toda la deuda contraída por todo el sector financiero patrio. No es una solución nueva, en Estados Unidos ya han quebrado más de 200 bancos, y unas cuantas empresas importantes (General Motors por ejemplo).

El esquema resumido de la situación es el siguiente (se agranda clickando):


Los políticos españoles se preguntan “¿Qué quieren los mercados?” porque parece que hagan lo que hagan se ceban con España. La respuesta es muy simple: quieren un plan creíble que sirva para pagar la deuda exterior, y mientras no lo tengan no van a parar. Ese plan puede ser la devaluación del euro (consensuada o sin consensuar) o la quiebra de entidades financieras y eléctricas sobreendeudadas que han sido mal gestionadas. Si se os ocurre otra solución viable, me encantará que la compartáis conmigo.